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castelar

1 de marzo de 2004

Día 18-02-04
Fase del día: Noche
Meteorología: Frío
Meteorología anímica: Muy contento, pero asustadillo
Escuchando: Kalmah - Swampsong - "Cloned insanity"

Por fin le han notificado a Fifi que lo de venirse para Madrid es un hecho. El día 1 de marzo la tenemos aquí. Evidentemente la noticia me llena de gozo, satisfacción y todo calificativo que conlleve definir la total felicidad. Ahora sólo espero que la realidad llegue lo antes posible. Cómo da vueltas la vida, madre mía...

El caso es que a la vez me llena de preocupación varias cosas. Primero ella. No puedo dejar de pensar el paso tan importante que ha dado (lo que a su vez me hece sentir a mí muy importante, porque lo hace por mí, por nosotros)y el berenjenal laboral que va a tener a partir de ahora... Luego me preocupan sus padres y hermano. Pierden la alegría de la casa (con permiso de Carlos y compañía) y sentirán, a parte del vacío, cierta congoja porque todo salga bien. Finalmente me preocupo por mí mismo, en relación a la carga de responsabilidad que supone su venida. Bien es cierto que viene porque ella quiere, pero no es menos cierto, como comentaba antes, el porqué de su llegada. Yo. La responsabilidad lógicamente viene por el hecho de desear que todo salga a pedir de boca, que no se sienta sola, que al llegar a casa se descargue de toda la tensión que acumulará seguramente en la jauría en la que va a entrar. Nos vamos a necesitar mucho el uno al otro, eso es cierto, pero principalmente ella demandará más cariño que yo. Y espero estar a la altura de sus peticiones. A parte de la consiguiente carga de paciencia con la que me tendré que armar, no porque dé mucha "guerra", sino porque una niña en un terreno hostil, con todo práctimente nuevo para ella, probablemente tenga bajones que deba solventar con la ayuda del Santo Job.

De todos modos, al pararme a leer lo que he escrito, me he dado cuenta que quizá lo he pintado todo un poco catastrofista. En absoluto es mi intención, por lo que lo dejo tal cual para la posteridad. Aquí no hay pena ni catástrofe alguna, sino una felicidad inmensa. Lo que pasa es que hay que tener los pies en la tierra por lo que pueda venir y así no estar desprevenidos.

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